viernes, 3 de noviembre de 2017

Matraca



Era una hermosa tarde “primaveral” de octubre y me encontraba yo sentado en la terraza de un bar repleto de mesas vacías, acompañado de mi santa esposa.

Degustábamos un rico Ribera del Duero acompañándolo con una amena charla llena de planificación de acontecimientos en ciernes. De repente y a lo lejos, comenzamos a escuchar una especie de murmullo que se iba haciendo más perceptible conforme se acercaba a nosotros.

Una mujer apareció en la escena. Una mujer joven que con una mano conducía una silla de bebé mientras en la otra sujetaba un teléfono móvil hablando vete tú a saber con quién.

Detrás de ella, el murmullo se hizo presente en el cuerpo de un niño de poco más de dos años enfundado en un traje de elefante gris con la capucha en forma de trompa en la espalda, que no paraba de repetir con tranquilidad, parsimonia y por bajeras…

“Queo i a paque, queo i a paque, queo i a paque…”

Ambos personajes pasaron por delante y se perdieron al torcer una esquina y ya sin verlos, a lo lejos continuaba oyéndose la misma cantinela…

“Queo i a paque, queo i a paque, queo i a paque…” hasta que su voz dejó de oírse.

Mi mujer me miró, yo la miré y no pudimos contener las risas.

Bendita matraca infantil.


4 comentarios:

  1. Querido Luismi:
    Esas 'adorables' matracas que todos hemos padecido un sin fin de veces, Esas que levantaban un terrible dolor de cabeza. Esas que aguantabamos con cara de aburrimiento.
    ¡¡¡¡¡Cuanto las hecho de menos!!!!
    Estoy segura que a ti te gustaría tener alguna de esas adorables matra- cas antes que las agobiantes prisas de adolescentes para los que todo llega tarde.
    Por eso sonreisteis!! Por el dulce recuerdo que producen esos críos que ya no nos toca educar.
    Etapas duras cuando te tocan pero, que despiertan ternura en cualquier corazón que conozca el amor a un hijo.

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  2. Claro que se echan de menos. Pero como todo, cualquier tiempo pasado, fue anterior. Momentos que con el paso de los años los recuerdas con una sonrisa. Sonrisa también de niño
    aunque por la edad no podamos decir que lo somos.
    Por eso me gusta tanto en ocasiones parecerme a ellos. Son genuinos.

    Y por eso en un día lluvioso cómo el de hoy, me calzaría unas botas de agua y pisaría charcos recorriéndome las calles y diciendo por bajo:

    "Queo i a paque"

    Besos

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  3. Se echan de menos, Luismi, pero al menos yo ahora disfruto de estar libre de aquella responsabilidad de cuando apenas hablaban.
    Es otra etapa, mis hijas son ya mayores y lo único que pido es salud, que ya hemos pasado bastante.
    Abrazos.

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  4. Estamos de acuerdo querida amiga. Cada momento, cada época tiene su encanto. Las mías también son mayores, pero afortunadamente, como yo, de vez en cuando volvemos a ser niños.

    Un fuerte abrazo y gracias siempre por tus comentarios.

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