Existen
personas que conoces desde hace ya varios años; personas con las que coincides
habitualmente y a la vez, son perfectas desconocidas.
Como
desconocido es un amigo que yo tengo aunque ambos no lo sepamos.
Hombre
en apariencia de edad que me supera, enfundado en bufanda, guantes y abrigo. De
gesto serio, pero apacible. De costumbres de animal racional; mismo asiento,
mismo ritual, mismos pasos de ida y vuelta.
Coincido
con él en multitud de ocasiones. Igual banco de madera barnizada, mismo motivo
por el que permanecemos cercanos uno del otro y sin embargo, no mediamos apenas
nada de pensamiento, palabra, obra u omisión.
Nos
estrechamos la mano, nos deseamos una paz sincera, pero nada más.
Sin
embargo en esos sonidos del silencio, percibo un aprecio, un cariño mutuo y un
respeto en correspondencia de miradas nobles, gestos simbólicos o deseos de felices
años en eneros estrenados, candelarias a encender o filas en comunión.
Siempre
marcha antes que yo del lugar común y más de una vez he pensado en traspasar la
barrera del silencio natural para alcanzar esa otra parte del ser humano
llamada comunicación.
Si
no lo hiciera, tampoco se pararía el mundo, pero ciertamente podría ser motivo
de alegría que dos hombres por fin tuvieran nombre y lo compartieran.
Suele pasar, y también suele ocurrir que sin motivo ni razón, mucha gente no nos guste sin siquiera haber cambiado un buenos días. Después si alguna vez logras hablar con ella o él, cambias de opinión y es un encanto. Dicen que la cara es el espejo del alma, pero no siempre, no siempre.
ResponderEliminarEs fácil ponerle nombre a una persona, hablar del tiempo es una buena razón. Je,je.
Saludos.