Dos coches, tres mujeres, dos hombres y un trayecto por
cumplir. El destino, es lo de menos. Les une amistad, carretera, manta y un
reencuentro a la espera.
Ellos, conducen; ellas observan, indican y acompañan alegres
charlas de viaje que sin ser largo, se alargó.
Un guía en forma de tipo tan largo como día sin pan; a su
lado, su chica sujetando TomTom en mano, indicaba ruta a seguir; detrás, una
mujer siempre llena de preguntas, permanecía en silencio.
Y más atrás, un coche perseguidor que no perdía ojos de
media vista del que marchaba delante. En él, aferrado al volante, se encontraba
un servidor, su santa esposa y otro de esos artefactos de voz femenina que
pareciera estar inmersa en bidón de gasolina.
Carretera de buen asfalto, que debíamos abandonar en un
punto concreto señalado por ambos artilugios sonoros con unas palabras
parecidas a:
“Tome la salida 22”
Tomarla, la tomamos, pero de una forma realmente extraña
que no era otra que no tomándola.
Dos coches, cinco personas y una salida que se perdió
prematuramente.
A cambio, el guía, nuestro guía, optó por tomar un desvío
de carretera que curiosamente, continuaba paralela a la que nunca debimos
abandonar y abandonamos. La perplejidad se apoderó de cuatro de las cinco
personas. La quinta, el santo y seña, usó vista y determinación ajena a lo
previsto.
¿Por qué? Un misterio
Paisajes extraños, población que existiendo nunca debimos
pisar y más extraño aún, un polígono industrial que recorrimos de cabo a rabo.
El navegador, quería bajar del coche cansado de no ser
escuchado cuando aconsejaba una y otra vez “en la próxima rotonda, cambie de
sentido”.
Unos pensamientos me tranquilizaron entre risas cuando
pensé:
“Muy seguro debe estar cuando nos lleva por estos lugares
tan inhóspitos”
“¿Conocería en sus
tiempos mozos picaderos cercanos donde dar rienda suelta al desenfreno de
noviazgos?”
El tiempo, pasó; las rotondas, por decenas, también. Pero
aún así, el destino no fue esquivo y se dejó alcanzar.
Y ahí, a la vez que los motores dejaron de sonar y las
puertas de ambos vehículos se abrieron, se desataron truenos, relámpagos y
centellas cuando ese tipo, nuestro tipo, nuestro amigo, en un estado más fuera
de sí que dentro, juró y perjuró por todos los dioses que conocía, que sería la
última vez que conduciría con tal de no aguantar nuevamente reprimenda alguna de
la mujer que alguien engalanado de sacerdocio, un día ”sentenció” para lo bueno
y malo.
Calmarlo, fue difícil. Por un lado, era complicado no reírse
por lo vivido y por el otro, ¿quién se atreve a sujetar a aquel que a mí
siempre me mira desde arriba por su altura?
Pero las aguas por mucho que Simon & Garfunkel se
empeñen en que sean turbulentas, volvieron a su cauce y con el paso de los
días, ya son y serán un recuerdo entrañable de amistades que estoy seguro no se
perderán en ninguna salida 22.
* Dedicado a un amigo tan largo como buena gente
Querido Luismi...
ResponderEliminarLeer este suceso acaecido en nuestras vidas me coloca una gran sonrisa en la cara imposible de disimular o esconder. ..
Que estupenda tarde la de aquel día. Que risas aún pasaremos a cuenta de esa decisión increíble de tomar el camino equivocado.
Sólo decirte algún apunte..
Esa mujer llana de preguntas no estuvo callada ...No.
Ese personaje tan largo como un día sin pan , Se dio cuenta de su error y aun sin querer enmedarlo me pedía repetidamente que le indicará y yo así lo hacía y de paso le abroncaba para que negarlo...
A lo que el me pedía paz y la mujer de preguntas insondables le daba toda la razón . Aún viendo y oyendo mis indicaciones y la del querido y apartado Ton-Ton que desesperado buscaba nuevos caminos para llevarnos a buen puerto.
Agradecida de ser un poco participe de uno de tus estupendos relatos y ya sabes....la próxima tu guías.
Un fuerte abrazo
Entonces, ahora comprendo perfectamente a ese hombre y me cuadra más lo de la mujer de atrás. Y también a la que le pedían paz y avivaba guerras… jejeje
ResponderEliminarSi tengo que guiar yo la próxima vez, llegar llegaremos, pero el cuándo, sólo Dios lo sabe…
Besos