miércoles, 9 de mayo de 2018

Silencio



Nunca el Silencio me habló tanto. Cuatro paredes, una soledad y una vista al frente bastaron para hallar lo que no busqué, pero me fue dado.

De un plumazo, aquello que pintaba en negros nubarrones y relámpagos de furia fue empujado al abismo del desecho.

La ira, las controversias, los desencantos, las tristezas y en definitiva todo aquello que me encadenaba con argollas de malsana inquietud, saltaron en mil pedazos en una explosión de paz.

La fuerza de un Silencio me abrazó en uno de esos abrazos cálidos de comprensión, apoyo, Amistad y calma.

Sin prisas, sin pausa, fui despidiendo rencores, miradas frías, justicieras palabras y luchas internas.

Deserté del ejército situado en un frente que no podía conducir a otra cosa que no fuera a una derrota conmigo mismo. Corrí en busca de ese otro yo que estaba dejando a un lado sin percatarme que no había peor lucha que aquella que me alejaba de mí.

Comprendí que si quien sufriendo más, tomó el camino de la esperanza, del perdón, de la piedad y resignación hablando y explicándome con ojos de serena bondad, no podía ser yo el que diera pinceladas de tintes oscuros y recelos sin enterrar en ese cuadro que todos en una familia de almas generosas intentamos pintar.

No valdría la pena enfrentarse a los miedos, las miserias y las luchas internas de quien optó por ese otro silencio que tanto daño hizo por su fondo y aún más por su forma.

Al contrario. Debiera extender manos si algún día quien así obró sostuviera dos segundos mi mirada.

Quizás no regresen los abrazos de antaño ni las risas compartidas, pero tampoco levantaré muros que impidan cruzar las puertas del diálogo extraviado.

El tiempo, todo lo cura. Pero comprendí que si el reloj de la vida no recibe el empujón de su cuerda, tarde o temprano, ese tiempo parará para nunca más ponerse en marcha.

Un enorme Silencio me bastó para escuchar el lado bueno de una conciencia que parecía dormida o aletargada por las circunstancias.

Y decidí pisando fuerte y sin prisa alguna, comenzar a rodar una nueva película. 

Tomé claqueta, mochila y sonrisa y me dije a mí mismo…


¡SILENCIO, se rueda…!



* Dedicado a una mujer de la que cada día me siento más orgulloso de ser su  padre. 


2 comentarios:

  1. Una extraordinaria reflexión... Una gran determinación... Y el encuentro ansiado con quien nunca estuviste perdido.

    Luismi, una certera manera de expresar esa amdurez que, como indicas en alguna parte, las canas promueven.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Se agradece tu comentario Ernesto y te doy la bienvenida a este pequeño Café.
    Espero que no sea necesario buscar demasiados silencios para encontrar respuestas, porque será señal de que las cosas van por el camino que pretendemos marcarnos.

    Un abrazo

    ResponderEliminar

Se agradece siempre tu compañía y opinión. Este blog sería un algo en la nada sin comentarios.
Gracias

Y vueltas y vueltas…

            Te movías al son de océanos de agua cristalina; yo te observaba con la mirada de quien bajo un asombro temporal, atisbaba un fin...