El
tiempo ha sido siempre juez inexorable dictando sentencias a favor o
en contra de ideales o perspectivas humanas o históricas en hechos
que transcurren en la vida que nos toca vivir.
Con
los años, no sólo crezco en canas sino que también creo que en
madurez de pensamiento. No necesariamente significa esto que mi grado
de acierto aumente considerablemente a la hora de pintar el boceto
que algún día pude crearme teniendo como modelo a personas que por
sus dotes de destacada habilidad intelectual, artística o humana
llamaron a la puerta de mi atención.
No
ha cambiado en mí la atracción por la cultura en general y muy
específicamente por la cultura musical. Todo lo contrario.
He
admirado y admiraré siempre a quien de un bolígrafo dibuja notas
musicales para llevarlas a oídos que las quieran escuchar. Eso no va
a cambiar nunca.
Pero
sí que me doy cuenta que ese tiempo poco a poco y de manera firme,
me lleva a la búsqueda de algo que para mí es esencial aún por
encima de canciones, letras u obras del afortunado ser humano que es
capaz de crear una obra de una nada.
Y
ese algo, en la medida de mis posibilidades, es la persona que hay
detrás de tanto arte.
Idealizar
al artista, en gran parte de los casos lleva aparejado unos riesgos
importantes.
Hacer de hombres o mujeres dioses adorables cuya
religión se sigue a pies juntillas, acaba siendo un saco roto por el
que van cayendo sentimientos defraudados.
Me
apena con insistencia que dos más dos no sean cuatro si quien lo
dice arrastra legiones de seguidores.
Mis
ojos se abren con mayor profundidad cuando en esas malditas redes en
las que estamos enganchados me muestran y demuestran a personas que
viven por y para un ídolo que siendo hoy de oro, algún día pueda
ser de barro.
Esos
ídolos, crecen como todos; esos ídolos soplan velas como
cualquiera; esos ídolos mirarán algún día espejos que devolverán
arrugas en la piel.
¿Y
entonces qué?
Sólo
nos quedará su obra, pero no la gracia.
Porque
ese tiempo que no deja de pasar, aumentará en años y disminuirá la
sorpresa, la expectativa y los flashes de cámaras en teléfonos.
Es
entonces cuando el ídolo de masas se convertirá quizás en el mejor
de los mortales encerrado en maduras soledades de cuatro o cinco.
¿Quién
entonces se acordará de él? Sólo el verdadero amigo; sólo el
familiar cercano.
Yo
he sido uno de esos que a pies juntillas he creído más en los focos
que alumbraban al artista, que a la verdadera persona que irradiaba
su ser.
He
buscado el autógrafo, la imagen, el abrazo y cuatro palabras con
quien era lo que yo en mis fantasías musicales de ayer y hoy quería
ser.
Y
es ahora con un puñado de años más a cuestas, cuando me doy
perfecta cuenta que una cosa es el oído y otra muy diferente, el
sentimiento.
Recuerdo
una breve conversación de hace ya más de un lustro con un artista
que a la salida de uno de esos conciertos habituales de pequeña
sala, me comentaba:
“A
las personas con cierta edad que acuden a nuestros conciertos, hay
que cuidarlas, porque una cosa es ser fan y otra muy diferente que te
sigan sabiendo perfectamente el motivo de hacerlo”
Sabias
palabras que cada día me hacen más reflexionar en el modo en el que
enfoco y me enfocan a la hora de seguir de un modo u otro al artista.
La
música podrá ser de mayor o menor calidad; podrá vender más o
menos discos, pero lo que al final valoraré cada día más es a la
persona que hay detrás de cada disco y no tanto a aquello que como
la vida misma debe asociarse a un play para sonar bien.
Si, detrás de una obra de arte del calibre que sea, hay una persona que muchas veces junto a su habilidad, sabe mostrar sus inquietudes, su gran sensibiliad y en definitiva su alma.
ResponderEliminarHe tenido un padre artista en la pintura,tengo una hija cuyos dedos se deslizan por las teclas y me emocionan y tengo amigos que con sus letras transmiten sus sentimientos de una manera que nos hacen vibrar. Uno de ellos me está leyendo en este momento.
Ser un virtuoso no es nada fácil, serlo con humildad le honra.
Un abrazo Luismi.
Muchísimas gracias querida amiga, primero por tu comentario y segundo porque viniendo de una persona como tú, doble honra y alegría.
ResponderEliminarMe alegra mucho saber que esa rama artística en tu familia se transmite de generación en generación y ojalá que nunca se pierda. La cultura y el arte siempre van de la mano. Y normalmente quien practica ambas, será una persona completa en muchísimos sentidos.
Un fuerte abrazo y te deseo un gran y cultural verano