Una
noche más de aquellas que me acompañan en la soledad de quien busca
un alto en el camino para encontrar quizás al Amigo menos
comprendido, más buscado y siempre presente sin dejarse ver.
La
hora, tardía como siempre, marcaba poco más de las dos y cuarto en
una madrugada que se prometía calurosa y lo fue.
Una
luz roja que se enciende y unos nudillos golpeando suavemente una
puerta de metal, me empujaron a salir de ensoñaciones y meditación
para acudir a la llamada de la persona que a horas tan intempestivas
en las que la ciudad duerme, acudía a aquel mismo lugar tan habitual
y querido para mí.
Al
otro lado de esa puerta, esperaba una mujer de baja estatura y rubios
cabellos que sin ser conocida, no era desconocida para quien como yo
estaba habituado a su silenciosa compañía durante las últimas semanas.
Su
saludo fue disculpa al traspasar el umbral y noté en su tono de voz
cierto aire de melancolía de quien busca quizás un refugio, un
consuelo o un pequeño aliento en esta vida que muchas veces es
esquiva.
Ella
se sentó y yo a dos bancos de distancia; el silencio, rodeaba la
escena.
Duró
poco; una torrente de tristeza vertida en lágrimas hizo su aparición para
acompañar a una mujer que no pudo refrenar sentimientos ni tan
siquiera delante de un desconocido como yo.
Admito
que me conmovió; lo inesperado de su reacción, provocó en mí
interrogantes marcados en negrita: ¿qué hacer? ¿cómo actuar?
La
miré, Le Miré y sólo pude atinar a ofrecerle tres caramelos de
menta y miel y mi mano extraña, pero amiga, con la simple intención
de al menos poder endulzar algo esas lágrimas de mujer atormentada.
Levantó
la cabeza y artículo entre llantos un “gracias, muchas gracias”.
Me
ofrecí a escucharla, comprenderla, animarla, acompañarla en su
dolor, pero como era natural, es difícil abrir el corazón a quien
no se conoce.
Simplemente,
miró al frente y entre sollozos se escuchó el sonido típico de un
caramelo al ser liberado de su prisión.
Marchó
pronto, marchó sin dejar de agradecer, marchó preguntando y preguntándose cómo
podía existir gente que viviera en continuas quejas de desdichas que a su lado no eran
tales.
Me
miró a los ojos antes de partir y deseándole que las cosas tornaran
su polo negativo en su contrario, se fue por donde vino dejándome a
mí con la esperanza y plegarias de que esa mujer pueda encontrar
siempre el consuelo de un caramelo de menta y miel.
P.D.
Ha transcurrido una semana desde que esa tristeza de nombre Pilar
coincidiera conmigo. Sólo Dios y ella saben si en esta próxima
madrugada volverá a hacerme compañía. Si así fuera, espero al
abrir la puerta encontrar una mujer diferente en ánimo y ánima. Por
ella, por Él, por todos.
Querido Luismi:
ResponderEliminarSeguro que endulzaste un amargor profundo. Por que ese mar de lágrimas sólo se desborda cuando en la soledad de SU compañía te dejas llevar sin poner puertas a los sentimientos ante quien sabe todo de ti.
Gracias en su nombre por llevar siempre algún caramelo de esos en los bolsillos o en el corazón y que ofreces con bondad dando lo que tienes.
Gracias también por esa mirada de niño que siempre temerosa se sorprende ante las distintas sorpresas que te ofrecen las distintas personas que aparecen o se cruzan en tu camino.
Aprovecho también para agradecerte que aceptases esa invitación a compartir uno de mis lugares favoritos aunque no sea uno de los tuyos. Yo ,siempre que hay tormenta pienso que LE tengo más cerca y se me alegra el alma ante tanta fuerza y estoy segura que no fue casual esa tarde....libros,compañía,tormenta,cerveza,proyectos....
No , No fue casual.
Un beso .
Mi querida Lady Writer: soy yo quien debo estar agradecido sobre todo a Él porque de una forma u otra, muchas veces de una manera incomprensible pareciera como si de vez en cuando me echara el brazo al hombro y sin palabras me acompañara especialmente en los momentos de más confusión o problemáticos para mí o para otras personas.
ResponderEliminarLo de esta mujer para mí fue una píldora de energía porque me reactivó esa sensación de bienestar que queda siempre cuando has servido de ayuda a alguien.
No son casualidades que estas cosas sucedan. Imagino esta vida como un puzzle en el que poco a poco las piezas van encajando entre personas que aún conociéndose son perfectamente desconocidas.
Fue un placer y realmente una sorpresa visitar ese lugar que no es de mis favoritos y sí de los tuyos.
Para mi sorpresa, hubo un momento que llegué a pensar "qué bien se está aquí". La tormenta le dio un toque además de fuerza, de perplejidad, de anécdota y me alegro mucho por ti que disfrutaras también de ese momento.
¿Casualidades? Puede
Yo hablaría más bien de "Diosidades"
Brindo por muchos buenos momentos así y te doy las gracias de corazón.
Besos de menta y miel