Nórdicos

Jamás tuve ni creo que tendré nada en contra de los nórdicos y mucho menos aún de las nórdicas. Bueno, con uno, quizás sí; con ese que me cubre y da tanto calor durante la noche haciendo la horizontal y con el que paso tanto calor que yo creo que es el verdadero culpable de que alguna persona haya osado decirme que estoy más delgado.

Da lo mismo que me acueste en pelota picada, brava o vasca. ¡Qué manera de sudar por las noches! Y lo peor es que si lo aparto, como que el cuerpo comienza a adquirir una especie de rigor mortis…

Pero no es de estos nórdicos de los que hablaré, ni de aquellos que viven o tienen origen en los países más al norte de este continente llamado Europa.

Me voy a referir a una subespecie que percibo se está desarrollando en mi entorno más habitual y que por deducción, debe extenderse por otras latitudes.

Normalmente, pertenecen al género masculino; de edad temprana aunque algunos ya apunten barbas.

El caso es que independientemente de su edad, color de pelo o tez, deben ser fanes, seguidores, admiradores o patriotas de un lugar o país llamado Noruega o Norway (seven points), porque si no es así, no puedo entender que sean capaces de vestir cazadoras proesquimal con una gran bandera en el pecho de ese sin duda hermoso país y aguantar estoicamente sin quitárselo en cualquier transporte público con el pack completo de calefacción.

¿Aquí, en España (cero points) donde nos avergüenza o nos quieren avergonzar llamándonos fachas por enseñar aunque sea mínimamente los colores de la nuestra?

Algo incomprensible ciertamente.

Yo, de momento, buscaré solución a mi nórdico particular sustituyéndolo por una manta de toda la vida.