El duelo estaba servido. La incitación de uno, bastó para activar los bajos instintos del otro. Sin concesión a la duda, nadie encontró un argumento para que estos hombres no se dispusieran a llevar a cabo una sinrazón en edad madura.
Yo fui testigo de ello y percibí este duelo en toda su crudeza.
Pocas fueron las palabras. Sudor en la frente, puños apretados, miradas fijas sin un pestañeo delator. Media sonrisa y un ictus salvaje.
Y de pronto, uno de ellos gritó:
“Tres con las que saques”
La cara del otro cambió. Sabía que había perdido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se agradece siempre tu compañía y opinión. Este blog sería un algo en la nada sin comentarios.
Gracias