martes, 3 de septiembre de 2013

A ciegas

Hay esfuerzos que merecen recompensa. Esfuerzos que van más allá de lo ordenado, obligado o justificado.

Son esos esfuerzos que yo en particular valoro o intento valorar en su justa medida y que me llenan de alegría, orgullo y reconocimiento por el motivo de su realización.

Me sucedió en vacaciones, mientras ayudaba o más bien, estorbaba a mi mujer ordenando, limpiando o colocando enseres, libros y recuerdos en una vieja casa manchega.

Recuerdo que hacía calor, mucho calor.

Los mayores rigores de las 13:00 horas de un sol justiciero, se hacían sentir en toda su plenitud sobre la planta superior de la casa compuesta en gran parte por lo que unos podrían llamar buhardillas, otros desvanes y nosotros, comúnmente, como cámaras.

Nos encontrábamos casi exhaustos por ese ambiente bochornoso, cuando percibí a mis espaldas una compañía y sonido tan conocido como sorprendente en ese momento y lugar.

Me giré creyendo más en mi equivocación por lo escuchado, que en la realidad más inesperada.

Ante mí, se encontraba jadeante y con claros síntomas de un enorme esfuerzo, un viejo amigo que me acompaña desde hace ya más de trece años.

Un amigo de mirada oscura y opaca por su ceguera casi total, que tuvo que superar una empinada escalera guiado casi exclusivamente por su instinto, su olfato y su oído sólo con el propósito de encontrarse conmigo.

Porque ese amigo casi ciego, no es otro que aquel perro que un día rescatamos del abandono y que hoy después de tantos años, afortunadamente, sigue formando parte de nuestras vidas.

Verlo así, me provocó primero un sentimiento enorme de incredulidad por lo inesperado, para pasar a un estado de enorme alegría e infinita ternura reconociendo el gran esfuerzo que tuvo que realizar para conseguir su propósito.

Tendría muchas dificultades para medir quién de los dos se alegró más al encontrarnos cara a cara, porque sus saltos y mis abrazos y risas, podrían dar a entender que hacía mucho tiempo que no nos veíamos.

Hay quien opina que mi perro y yo somos como sombras complementarias y no les falta razón, porque aún viviendo en penumbras, siempre buscamos la luz de nuestra verdadera y desinteresada amistad.



10 comentarios:

  1. Puedo imaginar, e incluso percibir, la gratitud que se siente en situaciones así. Apostaría a que no fue un solo cruce de miradas, pues resulta imposible no conversar con estos peludos que tanto dicen sin abrir la boca.
    Yo sigo escuchando esas pisadas tras más de 5 años de ausencias.

    ResponderEliminar
  2. No me extraña Mónica que lo sigas escuchando, porque estos animales son de esos amigos que se echan de menos aún sin haberlos perdido.

    ResponderEliminar
  3. Me has recodado un golden que teniamos en casa.Se llamaba Linda, era preciosa y la adorabamos.Yo, en plena adolescencia y la mayor de los cinco hermanos, me toco " abrir camino'me sentia tan incomprendida y recuerdo su compañia las tardes de verano que llorando me tocaba no salir por algun castigo paterno.Ella lloraba conmigo.Un beso donde estes Linda.

    ResponderEliminar
  4. Te aseguro Luismi, que tu perro te ha ganado en el amor. Él te vino a buscar, ciego, viejo y extenuado para demostrarte que es tu fiel amigo.
    Un gran abrazo y una caricia para tu perro.
    Sor.Cecilia

    ResponderEliminar
  5. No sabes cómo te entiendo, Luismi, ese amigo que tienes es el único que jamás te traicionará, siempre estará a tu lado en lo bueno y en lo malo, sin interés de ninguna clase, solo un poquito de atención y una caricia.
    Cuánto duele perderlos, yo tengo ahora una ninfa de un año que está aprendiendo a silbar una canción, mi lorita se fue después de doce años con nosotros y mi perro, una preciosidad que era de mi fallecido hermano, vivió cinco años más que él y fue una tragedia perderlo.
    Aunque el tuyo no vea, sus ojos están en el corazón.

    Un abrazo Luismi.

    ResponderEliminar
  6. Te entiendo perfectamente Yolanda como sólo puede entenderte alguien que tiene un perro. Estos animales, tienen un sentido especial para acudir a quien más lo necesita. Sólo su compañía, basta para reconfortarnos. Ojalá el ser humano fuera tan fiel en la amistad como lo es uno de estos animales.

    ResponderEliminar
  7. Querida Sor Cecilia, este animal hace ya muchos años que ganó primero mi respeto y después mi cariño incondicional. Han sido tantas las muestras de su amistad, que es imposible no quererle. Los dos agradecemos tus abrazos.

    ResponderEliminar
  8. Amiga Airblue, has definido perfectamente lo que es convivir con un amigo incondicional. No necesitan ver para sentir y transmitir.

    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar

  9. ¡Son adorables!... y nunca podremos darle más que una mínima parte de lo que ellos son capaces de entregarnos,ellos nada tienen que ver con los egoísmos humanos,Luismi, son pacientes, dulces y fieles hasta después de desaparecidos...

    Un besito volado.

    ResponderEliminar
  10. Son muy especiales; por eso jamás entenderé cómo pueden existir personas que los maltraten. Gracias por tu comentario Brujita.

    Un besito también para ti.

    ResponderEliminar

Se agradece siempre tu compañía y opinión. Este blog sería un algo en la nada sin comentarios.
Gracias

Y vueltas y vueltas…

            Te movías al son de océanos de agua cristalina; yo te observaba con la mirada de quien bajo un asombro temporal, atisbaba un fin...