lunes, 19 de mayo de 2014

Maldito sensor




Es muy discutible que los avances tecnológicos sean necesarios o no en nuestra sociedad. Soy de los que opinan que todo lo que sea ayudar al ser humano a ser más feliz, bienvenido sea. Pero ser más feliz, no creo que se consiga necesariamente con esos avances de la tecnología y me explico.

No hace mucho que acudí obligado a uno de esos lugares públicos que sólo visitamos en determinadas circunstancias. Uno de esos lugares en los que ya sea de pie o sentados, expulsamos lo materialmente insano de nuestro cuerpo.
 
Pues bien; uno está acostumbrado primero a mirar si el habitáculo o estancia es la correctamente marcada para hombres, mujeres o niños.
 
Los carteles que lo anuncian, cada vez los hacen más complicados; señores con bigote, mujeres floreadas, imágenes picassianas o estrambóticos dibujos. No quiero pensar el lío que se puede organizar si quien los usa es el último ganador del Festival de Eurovisión (con todos mis respetos, porque además, creo que ganó con toda justicia y no es merecedor de las críticas que ha tenido).

Pero a lo que iba. Una vez localizado el correcto, lo siguiente es poder ver lo que hay al otro lado de la puerta y para ello, nada mejor y completo que pulsar un interruptor, pulsador o lo que muchas veces hemos llamado como la llave de la luz. Y ahí es donde mis nervios comienzan a florecer. No encuentro ese interruptor antes de entrar.
Entonces, mi inteligencia va más allá y piensa que debe encontrarse dentro y cercano al marco de la puerta; pero mi gozo en un pozo, porque tampoco. Sorpresa mayúscula cuando al atravesar completamente el quicio, se hace repentinamente la luz, evitando así sacarme del idem.
¿O sea, que esto funciona por sensores de movimiento? ¡Qué adelantados, pensé!
Nada que pulsar, nada que buscar. Como por arte de magia, tú te mueves y las estancias se iluminan. Lo que no haga el hombre…
 
Mi visita allí era para sentarme y no precisamente a pensar. Y en esas estaba, cuando repentinamente, esa luz que iluminaba mis esfuerzos, se apagó.

Conozco algo de esos sistemas y sé fehacientemente que al menor movimiento, el sensor lo detecta y la luz regresa.
Pero esta vez, no volvió. Mover los brazos, la cabeza, el tronco o las piernas, no fue solución para dejar de sentirme como Stevie Wonder. Y tampoco era el mejor momento para bailar en la oscuridad como Springsteen.
Así que yo que en algunas ocasiones me ahogo en cuarto y mitad de un vaso de agua, comencé a sentir más angustias que las propias del motivo que me hizo acudir allí.
Y para colmo, no uso mechero porque no fumo y tampoco tengo los años para llevarlo y ofrecérselo a alguna hermosa mujer con “sanas intenciones”.
Menos mal, que aún dentro de la más completa oscuridad, pude encontrar ese papel salvador en el que escribimos inmundicias y como buenamente pude, me recompuse del susto inicial y salí de ese infame cuartucho.
 
¡Qué alegría y a la vez frustración cuando en la antesala de ese habitáculo, se hizo automáticamente la luz!
Lo primero que me vino a la mente fue “¡Ahora! ¿no? Hijo de la gran…”
 
Pero como mis padres me enseñaron que no debía decir palabrotas, salí de allí con la mayor dignidad posible, pero con el desquiciante recuerdo de un maldito sensor que a punto estuvo de provocar que se me fundieran los plomos.
¡ FELIZ Y LUMINOSA SEMANA !



7 comentarios:

  1. No he podido evitar echarme unas risas con tu texto, y a quién no le ha pasado eso? jeje, y más cuando la necesidad apremia. Está claro que en ciertos lugares la tecnología se convierte en un impedimento.
    Un abrazo.

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  2. Y que lo digas, jejeje. Un abrazo.

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  3. Ja,ja,ja,ja, me hacía falta una historia como esta, para alegrarme después de un día complicado.
    Es lo último en tecnología punta, pero peor, mucho peor, son los wc que tienen el interruptor por fuera y ya me ha pasado en más de un sitio. ¿Sabes el problema que es que se apague la luz en plena faena y tengas que sacar la mano tímidamente y a tientas por el exterior de la puerta?, pues eso, una gracia inolvidable.

    Un abrazo, Luismi.

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  4. !jaja! te comprendo. Hace muchos años, como 132, en el WC del metro de Barcelona fui corriendo, la cosa traía prisa, cierto se encendieron las luces, fui al Water y cuando me levanté, no tuve que tirar de ninguna cadena, solita bajó el agua.Salí estupefacta.
    Un abrazo
    Sor.Cecilia

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  5. jajaja. Ya veo que los apuros van por barrios, jejeje. Hasta en las penurias nos podemos consolar unos a otros. Gracias por vuestros comentarios.

    Besos y abrazos.

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  6. Jajaja, que buena hazaña.. me arrancaste una sonrisa.
    Bsss

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  7. Gracias. Me alegro que te gustara.

    Besos

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Y vueltas y vueltas…

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