miércoles, 14 de mayo de 2014

¿Piña o piñata?


Cuando hablamos de piña, quizás la primera imagen que forma nuestro cerebro, sea la de un fruto tropical o aquella otra que vemos colgar de un pino. Pero siempre me ha gustado ese otro sentido que se le ha dado a esa palabra.
Hacer piña, en cualquier ámbito de la vida, me suena bien; me hace sentir bien; en definitiva, lo guardo en ese cajón desastre pero hermoso, en el que acumulamos experiencias positivas.

Existen muchos grupos, asociaciones, equipos o colectivos cuyos éxitos dependen muy mucho de cómo sus integrantes forman esa piña.
Sin un objetivo común, sin un afán colectivo de triunfo, sin un remar al unísono en el mismo sentido, es difícil por no decir imposible, que las hermosas pretensiones iniciales, acaben llegando a buen puerto.
Cuando existen elementos, pensamientos, estrategias disgregadoras, ese grupo o colectivo se va tarde o temprano, a ese lugar indefinido llamado carajo.
Es necesaria una unión sincera entre los miembros de cualquier equipo. Es necesario que las carencias de uno, se suplan con las habilidades o el concepto del otro. Se hace imprescindible que cuando uno cae, siempre exista la mano amiga que te ayuda a levantar vuelo sin otra pretensión que el bien común. Nada debería hacerse por cubrir expediente, sino que debería salir directamente de ese órgano que late acompasadamente. Porque si no es así, aquello creado como un equipo, como un grupo, acabará estallando en pequeños subconjuntos peleados entre sí.

No debería tener cabida en un equipo que quiere triunfar, el hermetismo, la crítica no constructiva, el entonar un mea culpa señalando a otro, el egoísmo, la falta de humildad, el agrandar nuestros problemas minimizando los de al lado; en definitiva, la falta total y absoluta de algún indicio de verdadera amistad o ni tan siquiera el mínimo compañerismo que todos nos deberíamos exigir.

Alguien escribió por ahí… “Quien esté libre de pecado, que levante la mano para darle yo unos pocos”. Me identifico, sonrío y apoyo totalmente ese pensamiento.
Quizás quien me lea y sobre todo quien me conozca, pueda pensar de mí que no existe en la faz de la tierra un pecador mayor que yo. No le faltará seguramente parte de razón en sus palabras o pensamientos.

Pero por otro lado y esta vez y sin que sirva de precedente, pecando de cierto orgullo, creo que jamás podrán decir hasta ahora que no tendí manos, ofrecí sonrisas, pedí perdones, abrí de par en par los oídos e incluso la puerta trasera de mi corazón, con el único objetivo de llegar a un apretón de manos, a un acuerdo de palabra, a un abrazo o un beso de amistad, siempre pensando en mi bienestar particular, pero a la vez en el común.
Precisamente por todo lo dicho o hecho, me duele sinceramente confesar que perdí gran parte de ilusión en algún proyecto o grupo en común, al que tenía entre admiraciones y que hoy desgraciadamente lo escribo y lo considero más entre interrogantes o paréntesis.

Sería muy, muy fácil culpar a alguien concreto desde mi punto de vista; pero ni quiero, ni debo herir sensibilidades. Son apreciaciones exclusivamente mías y quisiera que así se tomaran. Claro está que admito como he admitido siempre críticas, preguntas o reproches porque algo imprescindible en el ser humano y que parece en desuso día a día, es el diálogo sereno y constructivo.
Culpables, creo que somos todos. Unos quizás por mirar hacia otro lado; otros por no tener la personalidad suficiente de ver más allá del que tienen al lado; otros por cometer la equivocación de pensar como en el baloncesto, que siempre aquel que más bota la pelota es el mejor jugador; otros por su silencio; otros por endiosar a quien no es Dios, otros por implicarse demasiado; otros por no marcar ciertas directrices y en definitiva, todos por hacer justamente lo contrario de lo que por nuestra condición, deberíamos dar ejemplo y ser espejos en los que otros poder mirarse.

El caso es que da la impresión de que la ira, la falsedad, la envidia, el rencor y las críticas, se han asentado dentro de lo que debería ser siempre una piña compacta, alegre y armónica y que ahora se asemeja más a una piñata sobre la que se descargan los golpes de un enemigo implacable que acecha a toda sociedad de bien.
Mañana, no sé si cambiaré de opinión, pero hoy así lo pienso, así lo siento y así lo escribo.







6 comentarios:

  1. Bueno, Luismi...no se que grupo humano es el que te causa esa desazón...y no se si esto te servirá de algo...pero te diré lo que pienso...Todo tiene un porque...incluso los "aparatos averiados"...Unos, sirven para que nos demos cuenta que algo en general no funciona...son como despertadores...como avisadores...señales de que en lo general y en lo concreto algo no va bien...Otros nos ofrecen la oportunidad de dar lo mejor de nosotros para encausar situaciones...son pruebas...que superar...
    Y a otros hay que buscarles el sentido...porque a pesar de que no se lo vemos...creeme...lo tiene.
    Tengo un amigo...sabio... que dice que uno no puede arreglar el mundo...pero si hacerse responsable de sus 2 metros cuadrado...en eso estoy yo...un fuerte abrazo

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  2. Entiendo perfectamente las sensaciones que describes y me siento identificado con lo que compartes. Es muy complicado aunar esfuerzos y remar al unísono cuando se trata de un grupo, de por medio es necesario que no haya envidias o rencillas, y esto suele ser complicado. Eso sí, cuando se consigue resulta maravilloso el hecho de formar parte de ello, en culquier ámbito social.
    un abrazo amigo.

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  3. Amigo Alfonso, no sé si los años te están haciendo más sabio, pero más certero es imposible. No encuentro otras palabras mejores con las que definir la situación por la que ahora estoy pasando.

    Mi mayor problema quizás haya sido el involucrarme demasiado en ese grupo en el que a día de hoy sigo enorgulleciéndome de pertenecer.

    Tu amigo tiene toda la razón. Quizás el día que consiga ordenar mis primeros dos metros, pueda ir más allá.

    Agradezco enormemente tu comentario y creo que tenemos un abrazo personal en un futuro no lejano.

    Un fuerte abrazo amigo.


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  4. Querido amigo Jorge, como bien dices, es maravilloso pertenecer a un colectivo que rema en el mismo sentido y así me siento de veras. Por eso, cuando los problemas aparecen y las personas se dispersan o guardan silencios, la armonía real se acaba. Esperemos que todo vuelva a los cauces que nunca debieron perderse.

    Un fuerte abrazo.

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  5. Mi querido Luismi, hoy solo paso a dejarte mi beso de ternura, ando sin tiempo.
    Sor.Cecilia

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  6. Muchas gracias amiga. Feliz semana.

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Se agradece siempre tu compañía y opinión. Este blog sería un algo en la nada sin comentarios.
Gracias

Y vueltas y vueltas…

            Te movías al son de océanos de agua cristalina; yo te observaba con la mirada de quien bajo un asombro temporal, atisbaba un fin...