martes, 2 de septiembre de 2014

La viajera

Fue su voluntad que una parte de él reposara allende los mares. Siempre miraba el horizonte; siempre miró más allá del mar. Quizás atisbaba a lo lejos lo que en poco tiempo ya, se convertirá en su lejana morada de la tierra que lo vio nacer.
Esta vez, él no dirige la marcha; esta vez, se deja llevar. Debe cruzar cielos y tierras para descansar por fin a miles de kilómetros de aquí.
La empresa para tan larga travesía, no resulta fácil y aún menos para aquella que siempre lo acompañó hasta sus últimos instantes. Una mujer que llegado el momento, deja traslucir la tensión, los sentimientos y cierto miedo a un solitario y larguísimo viaje para cumplir con su cometido como esposa y fiel compañera.
Su voluntad es firme, su responsabilidad también y su claridad de ideas, no dejan lugar a ninguna duda. Pero aún dentro de una aparente fortaleza interior, llegado el momento de la partida, afloran miedos, inseguridades, temores y lágrimas.
No se le puede reprochar; todo lo contrario. Quien ahora debe conducir su destino, es ella misma. Quizás sienta soledad, quizás pueda sentir incomprensión y miles de dudas. Pero por encima de todo, debe cumplir promesas y obligaciones.
Quizás no lo sepa, pero en ese largo viaje, no va sólo acompañada por unas últimas voluntades. Con ella vamos también todos aquellos que de una u otra forma hemos sido y somos viajeros de buenos sentimientos hacia aquel que sin dejarnos, ya no está con nosotros.
Mi deseo para esa viajera, es que cuando regrese y la abrace, todos sus miedos, todas sus tristezas de hoy, abran paso a la serenidad y tranquilidad que siempre nos da la satisfacción del deber cumplido.



2 comentarios:

  1. Es triste tu entrada pero creo que va dirigida a alguien en concreto. Viajeras como ella vuelan todos los días, aunque vayan con la moral por los suelos cumpliendo un deseo, un duro deseo.
    Se merece tu abrazo.

    El mío es para ti.

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  2. Muchas gracias por ese abrazo amiga. Yo te doy otro. No era mi intención que fuera una entrada triste, más allá de lo que significa que esta mujer a la que considero más que amiga, familia, viajara lejos, muy lejos para cumplir con la última voluntad de su marido y que parte de sus cenizas, reposaran también allí. Es quízás el epílogo de la marcha definitiva de nuestro querido Jaime, del cual ya hablé en anteriores entradas. Efectivamente, cuántas personas no habrá por el mundo que tengan que hacer estos duros viajes. Pero creo que al final, todo esfuerzo, tendrá su merecido premio. ¿No crees?

    Un fuerte abrazo.

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Y vueltas y vueltas…

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