miércoles, 8 de abril de 2015

De perros y hombres

Érase una vez un hombre que cierto día, como todos los días, al abrir la puerta de su domicilio tras su jornada laboral, fue recibido con la alegría acostumbrada por un animal que aún sin ver y sin alcanzar el medio metro, se lanzaría gustosamente a besar al que llaman su dueño.

El sentimiento era y sigue siendo mutuo entre perro y hombre. La camaradería, compañerismo y sintonía de ambos, es perfecta desde hace ya casi catorce años.

Comparten juegos, salidas obligatorias tres veces al día haga frío, viento, o diluvie, e incluso duermen pegados.
Pero a lo que íbamos; ese día por circunstancias que no vienen al caso, habían transcurrido ya más de doce horas desde la primera salida obligatoria a la calle para desahogo del animal.

Su dueño simplemente preguntó a las tres mujeres que comparten hogar y en ese momento sofá, si por casualidad, habían tenido a bien hacer el papel de dueño y casi sin que sirviera de precedente, sustituirlo en sus funciones.
Las tres mujeres se miraron en silencio y transcurrieron unos segundos hasta que la señora y dueña oficial del can, soltó sin previo aviso:

“No lo hemos sacado, porque está extraño. No ha querido ni comer; te está buscando todo el rato”.
Ese hombre, sorprendido por la respuesta a todas luces la más original y estrambótica que había recibido en esos casi catorce años, no pudo replicar nada. Sonrió y pensó para sus adentros que lo normal en ese caso hubiera sido encontrarse al perro en la puerta de casa, con las patas traseras cruzadas para aguantar aquello que pedía a gritos salir.

Así que sin rechistar, le colocó arnés y cadena y casi a la carrera salieron a la calle.
No sé si es perceptible el cambio en los rasgos de un animal, pero mirándole a la cara, ese hombre intuyó y juraría que sin hablar, ese perro le decía:

“GRACIAS”





2 comentarios:

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Gracias

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