Las
relaciones humanas, siempre son complejas. De la persona más simple entre las
simples, siempre se pueden exprimir ideas, conocimientos y en ocasiones,
desconocimientos. Si además hablamos de personas en cierto modo complejas, el
galimatías o popurrí de opiniones, puede ser casi infinito.
De todo se
aprende, de nada habríamos de arrepentirnos, pero el genoma humano es un sello
único e intransferible en cada uno de nosotros que con el paso del tiempo se
hace más y más impenetrable y difícil de cambiar.
Disfraces
hay miles, máscaras quizás millones; lo difícil es llegar a desenmascarar o
descubrir realmente a la persona que se oculta detrás de cada disfraz.
La palabra
decepción siempre la he tenido muy presente en mi vocabulario habitual. A su
vez, la palabra preocupación parecía aferrarse siempre a ella como un cordel
atado a un globo. Los años no me han hecho perder decepciones, pero sí me están
ayudando a poder aparcar preocupaciones y a soltar ese cordel que me une o me
unía a personas que creí entender, conocer e incluso apreciar.
No voy a
dedicar ya más tiempo del justo y necesario en hacer laberínticas conjeturas
sobre ésta o aquella persona, conocida o por descubrir, que me haga pensar más
allá de lo que por activa o por pasiva merezca y procuraré hacer caso a esa
fiel consejera llamada conciencia que en un dictado sin faltas, me ayudará a
aprobar esa difícil asignatura casi de ciencias ocultas en la que se han
convertido las relaciones humanas.
No obstante,
reconozco que soy fácil de engañar; ser de esos niños que aún hoy alargan
la mano hacia el caramelo que le ofrecen y quizás muchas veces me he creído
que por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas, pero al final, para bien o para mal nunca canto el “tralará”.
Cantar tampoco es tan malo...
ResponderEliminarBesos¡
Ciertamente, cantar no es malo. Pero siempre en un buen momento, lugar y con las personas adecuadas. ¿No crees?
ResponderEliminarBesos
Razón tienes amigo. Nunca una mentira será tan profunda como para no poder ser descubierta.
ResponderEliminarUn abrazo.
No sé qué es peor, si mentir o sentirse engañado. Hay mentirosos compulsivos(como la película)y de ahí a la fantasía solo hay un paso, hay mentirosos ladinos, mienten con premeditación y alevosía y estos sí que hacen mucho daño y hay quien miente por piedad, quien oculta una tremenda enfermedad y un final, a estos y por mi profesión les disculpo.
ResponderEliminarDe todos los modos ya sabes, antes se coge a un mentiroso que a un cojo.
No es malo ser confiado, denota buen corazón.
Abrazos Luismi.
Me siento en parte identificado con tus letras. Siempre acostumbro a volcarme con todo aquel que creo merece mi amistad, y con los años uno se da cuenta que esa mano tendida o ese gesto amigable se queda en un limbo pirateado por hipocresía. Y a pesar de ello, no entiendo otra manera de mostrarme a lo demás, aún con palos en lo alto.
ResponderEliminarUn abrazo amigo.
Querida amiga, por naturaleza, confío en la gente aunque en ocasiones se pudiera pensar que todo el mundo es malo mientras no se demuestre lo contrario. Hay personas también cuya forma de actuar se parece a esa montaña rusa que sube y baja y llega un punto en el que no sabes si estás arriba o abajo. Ese es el peor estado para opinar sobre quien pensabas que era amig@ y al final no sabes qué pensar. La vida es así.
ResponderEliminarUn beso y un abrazo.
Amigo Jorge, es muy difícil por no decir imposible, cambiar. Yo creo que algunas personas si volviéramos a nacer, seguiríamos igual de confiados que siempre y volveríamos a sufrir los mismos reveses en nuestras relaciones con los demás. Agradezco siempre enormemente tu visita por este café.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.