viernes, 17 de abril de 2015

Vamos a contar mentiras

No decir la verdad no siempre es mentir, pero sí que siempre es engañar.

Las relaciones humanas, siempre son complejas. De la persona más simple entre las simples, siempre se pueden exprimir ideas, conocimientos y en ocasiones, desconocimientos. Si además hablamos de personas en cierto modo complejas, el galimatías o popurrí de opiniones, puede ser casi infinito.

De todo se aprende, de nada habríamos de arrepentirnos, pero el genoma humano es un sello único e intransferible en cada uno de nosotros que con el paso del tiempo se hace más y más impenetrable y difícil de cambiar.
Disfraces hay miles, máscaras quizás millones; lo difícil es llegar a desenmascarar o descubrir realmente a la persona que se oculta detrás de cada disfraz.

La palabra decepción siempre la he tenido muy presente en mi vocabulario habitual. A su vez, la palabra preocupación parecía aferrarse siempre a ella como un cordel atado a un globo. Los años no me han hecho perder decepciones, pero sí me están ayudando a poder aparcar preocupaciones y a soltar ese cordel que me une o me unía a personas que creí entender, conocer e incluso apreciar.
No voy a dedicar ya más tiempo del justo y necesario en hacer laberínticas conjeturas sobre ésta o aquella persona, conocida o por descubrir, que me haga pensar más allá de lo que por activa o por pasiva merezca y procuraré hacer caso a esa fiel consejera llamada conciencia que en un dictado sin faltas, me ayudará a aprobar esa difícil asignatura casi de ciencias ocultas en la que se han convertido las relaciones humanas.

No obstante, reconozco que soy fácil de engañar; ser de esos niños que aún hoy alargan la mano hacia el caramelo que le ofrecen y quizás muchas veces me he creído que por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas, pero al final,  para bien o para mal nunca canto el “tralará”.


7 comentarios:

  1. Ciertamente, cantar no es malo. Pero siempre en un buen momento, lugar y con las personas adecuadas. ¿No crees?

    Besos

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  2. Razón tienes amigo. Nunca una mentira será tan profunda como para no poder ser descubierta.

    Un abrazo.

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  3. No sé qué es peor, si mentir o sentirse engañado. Hay mentirosos compulsivos(como la película)y de ahí a la fantasía solo hay un paso, hay mentirosos ladinos, mienten con premeditación y alevosía y estos sí que hacen mucho daño y hay quien miente por piedad, quien oculta una tremenda enfermedad y un final, a estos y por mi profesión les disculpo.
    De todos los modos ya sabes, antes se coge a un mentiroso que a un cojo.
    No es malo ser confiado, denota buen corazón.
    Abrazos Luismi.

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  4. Me siento en parte identificado con tus letras. Siempre acostumbro a volcarme con todo aquel que creo merece mi amistad, y con los años uno se da cuenta que esa mano tendida o ese gesto amigable se queda en un limbo pirateado por hipocresía. Y a pesar de ello, no entiendo otra manera de mostrarme a lo demás, aún con palos en lo alto.
    Un abrazo amigo.

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  5. Querida amiga, por naturaleza, confío en la gente aunque en ocasiones se pudiera pensar que todo el mundo es malo mientras no se demuestre lo contrario. Hay personas también cuya forma de actuar se parece a esa montaña rusa que sube y baja y llega un punto en el que no sabes si estás arriba o abajo. Ese es el peor estado para opinar sobre quien pensabas que era amig@ y al final no sabes qué pensar. La vida es así.

    Un beso y un abrazo.

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  6. Amigo Jorge, es muy difícil por no decir imposible, cambiar. Yo creo que algunas personas si volviéramos a nacer, seguiríamos igual de confiados que siempre y volveríamos a sufrir los mismos reveses en nuestras relaciones con los demás. Agradezco siempre enormemente tu visita por este café.

    Un fuerte abrazo.

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Se agradece siempre tu compañía y opinión. Este blog sería un algo en la nada sin comentarios.
Gracias

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