Qué
extraño me resulta ver esa silla vacía.
Quien la ocupaba marchó para no volver
a sentarse en ella.
Atrás quedan años en su compañía, aferrándose a ella sin
tener otra opción. Fiel compañera, fiel amiga, fiel castigo.
Hoy
la contemplo y me embarga la tristeza, me rodean los recuerdos, me envuelven
muchas vidas.
Aquella
que la ocupó se fue. Lo hizo de puntillas como si de un
guion perfectamente elaborado se tratara; por la noche, cuando todos los demás
ancianos, compañeros y amigos, dormían.
Nunca
le gustó hacer ruido, nunca quiso llamar la atención; ni un mal suspiro, ni una
mala queja o dolor; con la serenidad de quien se abandona a lo que su mente
dicta y su corazón aguanta.
Poco
a poco se fue apagando para al final marcharse como debía ser; en silencio y rodeada
de aquellos que más la quisieron, quieren y querrán. Con la mirada serena, como
una niña que duerme, como una mujer que sueña.
Atrás
quedaron nueve días de constantes montañas rusas de subidas y bajadas; de
esperanzas y crueles realidades.
Han
sido días duros, muy duros; no lo niego. Pero también han sido días que siendo
nueve, no hubiera renegado de que fueran nueve veces nueve.
Quizás
nueve días sean pocos para resumir una vida; pero sí que me han servido para
darme cuenta para qué sirvió esta muerte que siendo anunciada, se alargó en el
tiempo.
La
señora muerte quizás pensó que extender su agonía, sería un triunfo del que
vanagloriarse. Se equivocó.
Muchos
serán los que piensen que eso ya no era vida; que no deberíamos llegar nunca a
una situación así; pero estos últimos años, estos últimos días, nos han servido
para llenarla aún más de besos y acariciar sus manos, sus mejillas y ese
hermosísimo pelo de color tan blanco como el nácar. Sirvieron para reírnos con
ella sin tener un motivo aparente; para pintar sus uñas, colgarle un collar o regalarle flores;
para soplar velas o pasear bajo un sol primaveral. Para eso y mucho más
sirvieron todos estos años ocupando esa infame silla.
Han
sido muchos y maravillosos fotogramas que se me han quedado grabados en la retina
y cincelados en el corazón durante estos pocos días.
Detalles
que llegan al alma; papeles de regalo que envuelven y enmascaran el dolor por
la pérdida.
Tendría
sus defectos como todas las madres; también sus virtudes como algunas; pero era
única porque era mi madre, joder; y siendo mía, no podía haber otra igual.
Porque
me dio la vida, porque me cuidó, porque me quiso, por ser…
Por
ver llorar su muerte a una cocinera con gorrito en la cabeza.
A su amiga desde
hace más de setenta años, lanzarle besos atada a otra de esas sillas que le
impedía despedirse como sólo las buenas amigas saben hacer.
A
una nieta, arrodillada al borde de una cama a las tres de la mañana simplemente
para sujetar y acariciar entre sus manos, aquella otra llena de arrugas e
historia.
He
sido testigo de visitas sin compromiso, de deseos sinceros, de palabras
reconfortantes, de ayudas desinteresadas; en definitiva, de cariño.
Me
rodearon caldos, cafés, dulces y solidaridad de gentes que hasta ahora quizás
no he sabido apreciar y a las que pido mil perdones y proclamo mil “gracias”.
Profundas
charlas entre primas, ojos llorosos, nudos sin corbata en la garganta, desvelos, solidaridad y sobre todo, algo
que no quiero que nunca falte. “UNIÓN”.
He
recibido muestras de apoyo, de cariño, de comprensión y algo que valoro por
encima de todo y que no es otra cosa que la amistad sin tapujos, la de verdad;
esa dificilísima de conseguir que está en las malas y no te quiere soltar. Esa que
te sorprende venida de tierras lejanas con olor a manzana en el lagar,
simplemente para arroparme con un abrazo, una sonrisa y una compañía tan
necesaria en momentos así.
Todo
eso y mucho más ha conseguido una ancianita, mi chica de noventa y un años en
estos nueve días y en toda una vida dedicada a los suyos.
Echaré
de menos su arroz con leche que sólo hacía para los demás porque a ella no le
gustaba; su tiznao, sus puches, sus pipirranas y los pocos pero riquísimos
platos que sabía hacer aunque nunca quiso ser ni seguramente fuera una
extraordinaria cocinera. Pero lo que hacía, lo hacía con cariño y esos platos
como los buenos sentimientos, siempre alimentarán más almas que estómagos.
Echaré
de menos sus ojos claros y sobre todo, esas manos que no me he cansado de
acariciar y acurrucar entre las mías como ella hacía conmigo cuando yo no era
nada más que un pequeño ser nacido del amor.
Regreso
a casa con una flor en el salpicadero, pero con un maletero repleto de
emociones, recuerdos, historia y el corazón lleno de orgullo de lo que fue, es
y será.
Sé
que la extrañaré y recordaré siempre, pero con la vista y pensamiento puestos
en un futuro que aunque espero que sea muy lejano, nos lleve nuevamente a enlazar
nuestras manos y pasear por largos y hermosos campos de lilas que tanto amó.
Con
todo el orgullo, agradecimiento, cariño y amor que un hijo pueda dar, sólo quiero
decir…
Gracias
madre; hasta siempre.
Descansa
en paz.
Dedicado
a mi madre Dña. Ernestina Montoya Zarco, fallecida en Mota del Cuervo (Cuenca)
el 11 de febrero de 2016.
Quiero
agradecer y dedicar también estas letras primeramente a mi hija María por haber
sido el bastón en el que apoyarme del primero al último día y no dejarme caer
en la tristeza.
A
mi mujer Mercedes por llegar a quererla como la quiere y mi Anita del alma, por
sufrir como nadie en la distancia.
A
mi hermana Mari Carmen por demostrar ser la mejor hija, hermana, esposa y madre
en momentos tan difíciles para ella.
A
mis cuñados, sobrinos y familia más cercana por ser una piña cuando más se
necesitaba ser.
A Covadonga y Marcos (me faltan palabras, pero nunca abrazos).
Al personal de la Residencia de Ancianos Ntra. Sra. de Manjavacas de Mota del Cuervo, especialmente a Juani, María y Joanna (tres ángeles de la guarda cuya vocación les lleva más allá de ser excelentes profesionales).
A
Petri por sus constantes muestras de cariño y esos cafés y dulces que hicieron
más llevadera esta situación.
A
todos los que en la distancia con sus mensajes, llamadas y oraciones
transformaron estos días el dolor en esperanza, muy especialmente a quienes
pensando que se excedían, han sido un gran consuelo para mí.
Y
como no, dar gracias siempre a Dios por regalarme una madre, una familia y unos
amigos y compañeros que seguramente no merezca.
Como siempre Luis .acabó llorando
ResponderEliminarEstoy orgullosa d la familia q tenéis.y para marcos y para mi os lo merecéis todo ya no puedo seguir escribiendo .porque eres único con todo lo q escribes .cuidarme d merce .María anuca .q sois una gran familia .así os siento yo.Besos
Luis como sienpreme haces llorar tu madre se merecía q estuviéramos allí.con vosotros. los amigos tenemos q estar para las buenas y para las malas .cuida d esa mujer q tienes y d esas hijas q son especiales .para nosotros .os queremos
ResponderEliminarY tan bien esa familia tan unida q teneis Besos
Sabía con el paso de los días vendría una entrada como esta. Una maravilla emocional. Un texto que no sólo vale para tu madre, se puede hacer participe para todas esas madres que lo dan todo por nosotros pero viven como de puntillas, sin querer molestar, con la humildad de la vida sencilla. Es muy emocionante. La tendremos en el recuerdo y presente en las oraciones. Muy orgullosa debió irse de teneros cerca.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo familia, a todos.
Cova, con vosotros es muy fácil ser así cuando más que amigos sois familia. No hay palabras para definir lo que conseguisteis al acompañarnos. Un beso fuerte.
ResponderEliminarAmigo Suso, agradezco enormemente tus palabras y que la tengáis en vuestras oraciones. Un fuerte abrazo para ti y un besote a tus "dos" chicas.
ResponderEliminarG R A C I A S
El día siete de julio pasé por la misma pena y en las mismas circunstancias, noventa y un años, una silla vacía y una residencia en Las Rozas. No era mi madre, era mi suegra. Mi madre se fue hace doce años y mi padre cinco meses después. Tu escrito no puede ser más hermoso, que tu homenaje sirva para todas las madres que nos han dejado con el corazón roto, porque, al menos la mía, se llevó un trozo con ella.
ResponderEliminarLo siento Luismi.
"Ella cobijó mis sueños
entre nubes de algodones
entre espumas de mar y caracolas.
Tejió con hojas el frío invierno
pintó con nieve la primavera
y bailó descalza entre aguas, lunas y flores".
Airblue
Querida amiga, muchísimas gracias. Compartir dolor, también es compartir esperanza. Y todos aquellos que se fueron y todos aquellos que seguimos aquí, algún día estoy seguro nos encontraremos en un lugar mejor.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y muchas gracias, por tan hermoso comentario y poema.
Me ha encantado descubrirte y leerte Hasta pronto
ResponderEliminarNo hay nada mas dificil en la vida que la muerte de alguien que amas
ResponderEliminarUn abrazo de flores
Muchas gracias por tus comentarios. ¿Algún nombre para dirigirme a ti?
ResponderEliminarUn abrazo.